En el lado Nuestro de la Barrera.


Caminaban como cualquier persona normal entre nosotros.
Se veían como gente normal.
Vestían como gente normal.
Entonces ¿En que se diferenciaban?


Jaret y Adrut eran seres de otro lugar. Un plano idéntico al mortal a no ser por la diferencia de la distorsión fantasmal y decadencia de sus calles. Siempre miraban con envidia el mundo humano el mundo de los vivos.
Jaret, alto y agradable a la vista con sus dedos largos y una fácil sonrisa que hacia que cualquiera le tendiera una ayuda, solía vestir de colores extraños, combinaciones excéntricas e incluso uno que otro estampado colorinche. Adrut, delgado y tosco quien contrastaba con su compañero. Parecía mas bien salido de una pesadilla incluso sus ropas rasgadas daban una sensación de terror.
Recorrían como siempre camino al bar habitual, era un gusto que se permitían. Tras las puertas la música de Arianna, la mujer que deseaba Jaret, un amor no permitido entre culturas lejanas y no correspondido que era lo mas importante. Con guitarra en mano la acompañaba Bermun, esta solo tenía un viejo acordeón gastado con el tiempo, herencia de sus abuelos ya secos.
-Sabes que no puedes- decía Adrut a su compañero al notar su vista perdida.
-No necesito reproches hoy. Ya me lo has dado a entender tú y muchos más- estiro los brazos tratando de verse relajado-Tomare lo de siempre – dijo al camarero-No sabes cuanto me gusta este lugar, no lo cambiaría por nada.
-¿Siquiera por un espacio lejos del olvido?... ¿Por un viaje eterno entre los mares?
-Tus gustos no son los míos… me conformo con estar aquí-sonrió a la cantante quien le devolvió el cumplido.
-Pronto anochecerá y allá también- su tono era funesto
Ambos sabían que la noche no traía hermosos sueños y tranquilidad. Estaban en guerra, tener que buscar fugitivos, quienes huían sin permiso atravesando las barreras bajo artilugios vendidos por el mismísimo Sthanaan, ese canalla.
Las luces titilaron como bajo un cambio de voltaje. Ambos comprendieron dejando de lado la cerveza. Se apresuraron a salir sin mostrar demasiado entusiasmo.
Calles vacías, luces mortecinas, el sol se ocultaba. Con una señal se dividieron iendo uno a cada costado de la calle para resguardarse en las sombras, respiración agitada, podían oír a esos perros vagar en busca de algún escondite. Si no fuese por el amuleto ellos también serían así. Adrut recordó la primera vez que saliera a las barreras y su cuerpo sufrió las consecuencias de su actual aspecto.
Divisaron el reflejo de las sombras zigzagueando confusas.
-No puedes estar aquí- comenzó su parlamento Jaret- Hermano, violas abiertamente las leyes de nuestro señor. Vuelve por las buenas- suspiro anteponiéndose al proceder de los convictos.
-Ya se hablo- salió de su lugar plantando cara al ser que ahora tenían en frente.
Una mueca retorcida mostraba una sonrisa macabra, la piel estaba descomponiéndose-siempre era diferente para todos, alguna vez alguien comento el haber visto la mitad de un cuerpo de los suyos. Solo la clase noble podía ir de un lugar a otro de la barrera sin necesidad de amuletos, las manos asemejaban ramas retorcidas en constante metamorfosis.
Antes de que lograra terminar su proceso de dolor al estado de criatura corrupta Adrut apretó los puños y golpeo el cráneo del desconcertado ser contra la pared dejando un forado y escombros bajo él.
-Se más amable amigo mío- se acercaba Jaret- Recuerda que son de los nuestros y es la tentación la que lo trae aquí.
-Deja de hablar y haz lo tuyo- saco su mano limpiando la sangre corrupta de entre sus dedos.
-No te esfuerces demasiado- reviso entre sus ropas encontrando la caja.
La abrió con sumo cuidado apuntándola hacia el ser quien asustado trato con su maltrecho cuerpo de huir retorciéndose en un espectáculo horroroso. La oscuridad fue intensa, segundos de debilidad para cualquiera. La oscuridad consumió el cuerpo del ente haciéndolo desvanecerse en partículas pequeñas que más asemejaban el hollín.
Al acabar todo se miraron dando Jaret un suspiro de aceptación por el trabajo concluido.
-Podemos volver- toco su hombro Adrut.
-No quiero
-No me obligues a volver a discutirlo como siempre.
De mala gana el más risueño lo siguió retornando juntos a su espacio tras la barrera, debían informar a sus superiores que todo estaba bien.


El Linaje de un Lord


Lord Efraid miraba unas hojas sobre su escritorio. Se consideraba un hombre justo sin manchas en su expediente, leal a la causa de su señor; mantener alejados a los necios de gente con el poder de manipular.
Pero la idea de tener a ese hombre quien cada vez atraía más y más incautos los que intentaban cruza encontrando la perdición. El tema era por todos sabido de una u otra manera; rumores, acusaciones públicas incluso obras representadas por esos payasos trovadores. Su deber era controlar lo que ocurría e informar al Duque los progresos en la búsqueda de Sthanaan. Nadie sabía de dónde provenían sus artilugios ni cómo lograba ocultar su paradero. Lo peor era no tener ni un miserable dato sobre su vida, no era noble ni plebeyo o algún trabajador corrompido por sueños de un paraíso perdido.
-Desde siempre se ha sabido que alguien intentaría unir las barreras- se dijo así mismo-Pero ¿Por qué justo ahora cuando es más fuerte su fuerza? Es inútil jamás logrará debilitarla y menos con tantos cazadores cerca ¿Qué intenta hacer?- alguien tocó la puerta de su despacho- Adelante.
-Padre- entraba Cariss, la mayor de sus tres hijas- ¿Puedo importunarte unos momentos?
-Cuando quieras querida
Entró arrastrando la cola de su hermoso vestido decorado con seda y encaje azul cyam. Cariss era la hija favorita de su padre. Su piel era oscura como el ébano, su cabello rizo siempre tomado sin pretensiones pero adornado con finas joyas color perla blanca. Su atractivo claramente no se encontraba en lo externo, tenía la belleza típica de una mujer joven; labios carnosos reflejando una sonrisa siempre dudosa, ojos inquisidores, cuestionadores de todo cuanto veían, figura atractiva al tener sirvientes que la atendían en todo momento. La más culta y astuta de sus hermanas, cada una poseía su gracia nata pero la de ella era la más destacable; poseedora de una mente brillante y un carácter fuerte, si hubiese sido hombre, sería un destacado general o estratega.
La miro dedicándole una gran sonrisa.
-Padre, los invitados esperan, deja esta noche los deberes y acompáñame a ver a tus amigos que han venido a saludarte.
-Iré de inmediato- guardo los papeles en una carpeta vieja
-El mundo estará en paz si te diviertes por unas horas.
-Lo se hija mía, es solo que me inquieta saber los males que aquejan a nuestras tierras.
-Es deber del Duque velar por sus súbditos. Si no tiene tiempo ni ánimos para tales importancias entonces que se dedique a sus pasiones y de una vez por todas ceda el control al Senado.
-Hija mía- su tono de voz se suavizo- Sabes que no debes decir esas palabras o serás llevada al olvido como muchos ya lo han sufrido.
-Si ser libre de mente y alma me aprisiona entonces ¿Qué clase de libertad es la que tenemos ahora?- rozo con sus dedos los viejos volúmenes de la estantería personal de su padre. Cuantos de ellos había leído en su niñez, cuantos le enseñaron a abrir su mente. Suspiro- Alguien debe hacer algo, decir a todos lo que ocurre pero los nobles son tan cobardes…
-No son cobardes, solo precavidos hija mía. Recuerda que muchos cambios se realizan con lentitud, no puedes cambiar siglos de historia en una mañana.
-Las barreras están más fuertes que nunca y siguen habiendo huéspedes que atraviesan
-¿Quién te ha dicho eso?- se le acercó sorprendido
– Un secreto a voces padre. Pero como tú me has dicho, nadie quiere reconocerlo abiertamente por temor a ese lobo vestido de oveja que se sienta sobre el trono.
-Hija mía- tomo su brazo en signo cansado- No es momento de charlas filosóficas. Si deseas que te acompañe a la fiesta hablemos de temas alegres, tu hermana pronto se casara con el Conde Ukcran.
-No me cambies el tema, bien conozco tus mañas- comenzaba a replicar.
-Y son temas que no deben de salir de estas paredes. Querida Cariss si algo malo te ocurriera por estos pensamientos tuyos sabes lo triste que pondrías a este viejo padre que te adora.
-Solo por esta vez- refunfuño dándose por vencida- Sonriendo saludaremos a tus invitados haciendo como si los tiempos de antaño siguieran en pie, mientras….- su padre abrió las puertas dirigiéndole una mirada serena. Guardo silencio y salio escoltada de su brazo.

Gélena bailaba con su prometido, el Conde Ukcran. Un joven de gracia especial, se decía que la magia era cosa de nobles y este las dominaba de un modo brillante. Todos sabían que su familia era importante en este lado de la barrera y como tantos jóvenes de este lado jamás conoció nada más que su noble cuna. Acostumbrado a los lujos que su familia le daba y ahora más si heredaba las tierras de su padre dejando sin nada a su anarquista hermano. Familia separada por las ideologías, su hermano mayor Gioberto no solía aparecerse en público, pero esta extraña jornada se encontraba sentado escuchando con diversión los rumores que se esparcían sobre él.
Por su parte la encantadora Gélena se movía con la gracia de un cisne girando de la mano de su futuro esposo mostrándole a todos la grandiosa pareja que formaban. Su hermana Denissa, la segunda hija ya casada con un militar en ascenso esperaba que su esposo se dignara darle un baile, pero este solo se preocupaba de jactarse con pompas de una que otra historia, que a medida que pasaban los días se hacía más y más maravillosa.
La música paro unos momentos al llegar Lord Efraid, los invitados lo saludaron agradeciendo su generosidad.
-Mis queridos amigos- dijo en voz alta- Esta noche les doy las gracias a todos ustedes por asistir a tan humilde velada. Esperemos esta no sea la última ves que nos topemos en tan favorables tiempos, que nuestro Duque nos de como hasta ahora todo su apoyo a cambio de nuestra incondicional lealtad- todos aplaudieron, menos un hombre sentado tras unas largas cortinas que daban a un sillón aislado para la privacidad.
Cariss acompaño a su padre bajando las escalas formalmente. Todos miraban a los grandiosos anfitriones de esa noche. Con un gesto de la mano la música volvió a sonar tan armoniosa como siempre y la gente se dispuso a bailar.
Alguien tendió la mano a la hija mayor mientras su padre conversaba con un general. Esta al notar de quien se trataba le dedico una respetuosa reverencia algo expectante.
-Mi encantadora dama. Hacía mucho que no nos veíamos- era Gioberto.
Alto a comparación de su hermano mayor y su padre quienes eran bajos por herencia genética. Siempre vestido a la usanza de un mercader con suerte en sus finanzas, nada protocolar. No había de extrañar si escondiera un arma en algún lugar. Parecías que siempre estaba listo para huir y pasar sus días en viajes para encontrar su no se qué. De ese hombre nada bueno salía, lo más seguro es que esperara algún acontecimiento. La miraba con cierta fascinación esperando algunas palabras que esta no deseaba pronunciar. No confiaba en él, en lo más mínimo.
-¿Qué le trae por estos lugares? Se que muchos de los presentes esperan la respuesta a tan abierta pregunta- musito mirándolo fijamente a los ojos marrones.
-Pero eres tú la única presente que lo pregunta abiertamente mi querida dama- jugueteo con las palabras dedicándole una sonrisa.
-Ser una de las hijas del anfitrión me confiere ciertos privilegios creo yo.
- Por supuesto. Pero si fuera así entonces debería de permitirme intercambiar unas palabras en privado. Desde siempre he querido platicar con tan fina dama.
-No se si sea el momento adecuado.
-Siempre es el momento adecuado- la guió hacia las afueras donde estaban los balcones.
Nadie se percato de su ausencia, el baile siguió. Todos parecían divertirse.
Afuera podía divisarse un despejado cielo con una luna brillante de aureola oscura, la vista a los jardines era asombrosa, tan alto laberinto de pinos encajonados. Miro con cierta melancolía aquel lugar donde jugaba con sus hermanas en su niñez. Recordó entonces las palabras del antiguo y anciano consejero de su padre quien yacía muerto por la vejez:
“Mientras la paz reinara y las circunstancias no cambiaran todo seguiría como estaba, cada lado tendría sus climas y sus costumbres inmutables por unas décadas más... ”
El hombre la invito a sentarse a su lado, esta lo hizo con cierta dificultad al llevar aquel vestido aparatoso.
-He oído sus discursos en la sociedad- mencionó él en voz baja.
-No sabía que usted era miembro. Octavio no me ha hablado de miembros nuevos y como sabrá no se permiten oyentes por obvias razones - el tema parecía no preocuparle, aun sabiendo que el organismo era completamente ilegal y penado bajo muerte por el mismísimo Duque quien los tenía como fanáticos revolucionarios.
-Insistí hasta dejarlo cansado en querer pertenecer a ellos. Lo gané a costa de las molestias que tanto le he causado. Era su única manera de deshacerse de mi.
-Entonces sabrá que estos no son temas a comentar en público donde puedan oírnos gente más sensible.
-Aquí no hay nadie- miro hacia los lados encogiéndose de hombros como si de una broma se tratara- Estamos en confianza, sé que no soy un santo y sobre los miles de rumores que circulan en mi contra… pero usted bien sabrá que no todo lo que se dice es cierto. Al menos debe de darme el beneficio de la duda.
- Ese beneficio se gana señor Gioberto como cualquier derecho.
-Intentaré ganármelo entonces de la mejor manera posible.
-El tiempo lo dirá.
-No creí que fuese tan educativo hablar con usted. Cuando la oí en su último discurso, me impresiono su conocimiento, la investigación que lleva sobre tan extraño personaje.
-No hablare de él aquí, no sea imprudente- se molesto.
-Llámeme caprichoso pero se todo sobre usted y lo que quiere.
-Me halaga pero no estoy interesada en tener un socio y menos al señor como compañero.
-Recuerde sus palabras, la duda dama mía. Y no es ser su socio lo que busco.
-Entonces no hay razón para esta conversación- se paro dando un bufido despectivo
Gioberto la miro unos momentos meditabundo, era tal y cual se lo esperaba. Complicada e idealista. Si tan solo lo escuchara un poco. Los temas que tomaba eran muy peligrosos pero insistía en hablar sobre aquel malvado hombre- si es que lo era- nadie sabía de dónde tomaba la información ya que ni su padre era tan docto en el tema como la misma hija.
Se dispuso a reclamar cuando un fuerte estruendo llego seguido por gritos desde el salón. Sorprendidos se fueron a ver que sucedía. Dentro todo era confusión solo se oían los gritos de la gente. Un denso humo no permitía distinguir lo ocurrido. El lugar parecía estarse incendiando.
Aqui te explicare algunos conceptos de kuei jin(super hombre);partiendo por este , Naoki es un muerto o un kuei jin. Vampiros orientalesque no es lo mismo que el clasico vampiro occidental chupa sangre, partiendo porque no son abrazados o mordidos por nadie,ellos simplemente son muertos que volvierona a la vida tras un hecho que los conmociono como una muerte por accidente inesperada, asesinados o con asuntos pendientes. Vuelvan a la rueda carmatica y no se alimentan de sangre sino de Chi. También pueden algunos ir bajo la luz del dia pero solo un determinado tiempo.Los shinma son dioses menores,nada que ver con las hadas occidentales.Seres elementales que pueden ser desde animales(plebeyos),o elementos en si(kamuis),los hay de cada uno de los elementos chinos. Estos tambien mueren,pero cuando un cuerpo muere y el alma del propietario original se va,el espiritu inmortal del shinma y se posesiona del cuerpo moribundo.Ambos casos pueden llegar a tener descendencia, es solo que uno de ellos puede ir por el día sin problemas y el otro es un ser de oscuridad.Ninguno de los dos es malvado, solo como los humanos normales, a conciencia de cada cual.

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